La corrupción: USA

Por Ángel Collado Schwarz

(Artículo aparecido en El Nuevo Día)

El incremento reciente de la corrupción en Puerto Rico es un efecto directo del imponente nivel de corrupción que reina en la metrópolis.

En la medida que Puerto Rico aumenta su dependencia de fondos federales y crece el control de las entidades federales sobre las locales, aumenta la corrupción local.

Pasa más aún cuando las finanzas de Puerto Rico son controladas por una Junta Fiscal que no responde a nadie y, según estipuló el Tribunal Supremo Federal, no tiene que ser transparente ante los medios de comunicación y la opinión pública sobre sus ejecutorias. Esto a pesar de los cuestionamientos que se han hecho sobre el otorgamiento efectuado por la Junta de contratos pagados por el pueblo de Puerto Rico.

El caso reciente de las acusaciones de la poderosa y notoria Fiscalía del Southern District of New York contra el senador Bob Menéndez (D-NJ) y su esposa dramatiza el nivel de corrupción en la metrópolis.

Esta situación es trágica para Puerto Rico, pues pierde a uno de sus más importantes y poderosos aliados en el Senado.

El senador Menéndez, el más antiguo de los tres senadores de origen cubano, proviene de un estado históricamente asociado con la mafia (inmortalizado en la serie televisada, Los Sopranos).

Si bien logró hace ocho años un “hung jury” por la falta de unanimidad del jurado, en esta ocasión los hallazgos son contundentes y difíciles de explicar.

¿Cómo un senador que gana $250,000 puede tener cientos de miles de dólares en efectivo y lingotes de oro regados por su casa y un flamante Mercedes deportivo en su garaje?

Según el pliego acusatorio, mientras Menéndez presidía el poderoso Comité de Asuntos Exteriores del Senado y su esposa laboraba con ejecutivos egipcios, el senador favoreció medidas que beneficiaban al Gobierno egipcio mientras recibía altas remuneraciones personales.

El gobernador, tres congresistas y el presidente del Partido Demócrata de Nueva Jersey han pedido la renuncia de Menéndez.

La congresista de origen puertorriqueño, Alexandria Ocasio-Cortez, aunque aceptó en el programa televisivo, Face the Nation, que existe prejuicio contra los latinos, reconoció que este caso es diferente debido a la evidencia contundente encontrada.  También solicitó la renuncia de Menéndez.

El caso de Menéndez no es aislado.

Estos son algunos de los muchos casos de corrupción procesados en décadas recientes:

El vicepresidente republicano, Spiro Agnew, fue forzado a renunciar en 1973 por fraude contributivo y soborno.

En 1980 el congresista Frank Thompson (D-NJ) fue convicto en el caso de Abscam, forzado a renunciar y sirvió dos años de prisión.

El senador Harrison Williams (D-NJ) fue convicto en 1981 y forzado a renunciar por soborno en el operativo Abscam.

El juez federal, Harry Clairbone, de Nevada, en 1984 fue residenciado y declarado culpable por el Senado por evasión contributiva y sirvió una sentencia carcelaria.

El congresista del Bronx, Mario Biaggi (D-NY), fue convicto en 1988 por el escándalo Wedtech, forzado a renunciar y sirvió  un término en prisión.

El speaker del Congreso, Jim Wright (D-TX), fue forzado a renunciar en 1989 por aceptar regalos indebidamente.

En 1994 el poderoso congresista de Chicago, Dan Rostenkowski  (D-IL), fue acusado de corrupción, declarado culpable y sentenciado a prisión.

En 1997 el Speaker del Congreso, Newt Gingrich (R-GA), fue sancionado por el Comité de Ética por un acuerdo con una publicación y posteriormente fue forzado a renunciar.

El congresista Randall Duke Cunningham (R-CA) se declaró culpable en 2005 de soborno y fraude contributivo y sirvió ocho años en prisión.

A estos casos deben sumarse las históricas acusaciones federales y estatales al expresidente Donald Trump.

En 2022, en el Corruption Perception Index de la Transparency International, Estados Unidos ocupó la posición 26 entre 180 países.  Encabezan las más altas puntuaciones Nueva Zelanda, Dinamarca, Suiza, Suecia y Singapur.

En las Américas, Canadá y Uruguay rebasan la posición de Estados Unidos.

Para Puerto Rico superar su problema de corrupción debe mirar otros modelos superiores al de Estados Unidos.

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